Sucedió en Mayo de 1997, en Filadelfia. Garry Kasparov, campeón mundial de ajedrez indiscutido y ostentador de ese título desde 1984, era vencido por una máquina llamada Deep Blue. Si bien se trataba del segundo encuentro (el primero lo ganó Kasparov tras pasar un gran susto), este marcó un antes y un después. Fue una batalla bastante publicitada y más aún lo fueron sus impresionantes resultados. Un computador ganaba al campeón de ajedrez, todo el mundo se preguntaba lo mismo: ¿será reemplazado el ser humano por la máquina?
Lo primero que sucedió luego de este particular torneo fue completamente inesperado. Los humanos no dejaron de jugar ajedrez, todo lo contrario, se juega más hasta el día de hoy. El deporte no perdió sentido y Kasparov no perdió su título de campeón hasta 2005, cuando decidió retirarse con el puntaje más alto nunca registrado en la historia hasta ese momento. Por otro lado Deep Blue evolucionó y hoy todos tenemos alguna versión de ésta en nuestros teléfonos móviles. Esto tampoco significó que dejásemos de competir con otros seres humanos, de hecho, nos presiona a ser más hábiles y llegar mejor preparados a un partido. Valdría decir que la humanidad también se llevó un gran susto con el encuentro entre máquina y persona, sin embargo ¿qué tan fundado estaba este miedo, al parecer tan arraigado a la esencia humana? La respuesta es: algo fundado, pero no se trata para nada de una mala noticia.
Máquinas, robots, tecnologías de todo tipo, conviven hoy con personas en sus vidas cotidianas, íntimas y laborales. La presencia de éstas en distintas áreas y rubros no deja de crecer exponencialmente y es sólo natural que nos preguntemos qué será de nosotros al quedar obsoletas algunas de las tareas que el ser humano ha realizado durante milenios. Y la clave para responder a esta pregunta está dentro de ella: tareas. En el ámbito laboral, las personas realizan un conjunto de tareas que definen su cargo. Pueden ser tareas muy diversas que requieren distintas habilidades. Algunas requieren habilidades más blandas, como cuando se dirige una reunión de estrategia comercial. Otras, habilidades más duras como revisar que la data recolectada se haya analizado correctamente. Existe un espectro extremadamente vasto de tareas que constituyen cargos, que se traducen en empleos. Entonces, si reemplazamos una tarea ¿estamos reemplazando un cargo? ¿No deja de ser relevante la parte humana de un rol? Y es que hay cosas que la tecnología no puede incorporar: intuición, experiencia humana, propósito, ¡pasión!
En el reporte de automatización realizado por McKinsey Global Institute realizado el 2017 ya se veían números alentadores. Éste analizó que para el 2030, sólo 1/3 de las tareas del 60% de los empleos podría ser automatizado. Esto quiere decir que en un cargo de trabajo, la mayoría de las tareas se mantienen, automatizando las más asociadas a cálculo, instrucciones, memorización, entre otras. Y si bien los escenarios no son exactos, se predice que los empleos más bien mutarán y las personas que “pierdan” ciertas funciones, tomarán otras nuevas.
También existen empleos que deberán pasar por un proceso de capacitación para adquirir otras tareas y es lógico suponer que aparecerán otros empleos que aún no existen el día de hoy. Sin embargo la conclusión más evidente es que el escenario general tiene que ver más con el proceso de adaptación que con nuestra obsolescencia. Y es que, mucho más que las máquinas, el ser humano ha sabido adaptarse por millones de años a nuevos escenarios. Ésta no es la excepción y, como todo proceso, tomará algún tiempo en concretarse variando en cada país y rubro, lo que nos dará espacio para adaptarnos y reinventarnos.
Como dijo Garry Kasparov, ex campeón de ajedrez, hoy destacado escritor y activista político: “La tecnología se destaca por remover dificultados e incertidumbres de nuestras vidas, entonces preocupémonos más de lo que las máquinas NO pueden hacer, en vez de lo que SÍ pueden hacer, porque la tecnología nos permite buscar mayores desafíos. Y hacer algo que sólo los humanos podemos hacer: SOÑAR. Entonces, soñemos en grande.”
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