Cuando le pides a alguien que se imagine a un minero, la mayoría pensará en un hombre grande, rudo y musculoso, con una pica en la mano, cubierto de tierra y que le grita energéticamente a sus subordinados. Pero esta imagen no podría estar más lejos de la realidad de hoy en día.
Hoy los mineros y mineras son profesionales o técnicos que en algunos casos incluso pueden trabajar desde sus hogares sus casas, quienes tienen que considerar los impactos de su gestión en materia social y medioambiental y además deben estar al día con las tendencias globales de automatización, manejo de datos y analítica. Y es que el salto cultural ha sido gigantesco en los últimos años. Pero ¿Qué es lo que ha permitido un salto así de grande? La respuesta es TIEMPO.
Partamos por el principio. Hace muchos miles de años el ser humano utilizaba gran parte de su tiempo en recolectar comida y digerirla, como hacen en el presente la gran mayoría de los animales. Sus días se trataban de buscar, comer, dormir, protegerse. No quedaba mucho espacio para el ocio, pensar ni mucho menos crear. Esto hasta que descubrió que con el fuego se podía preprocesar la comida y así nutrirse más rápido y con menor gasto energético. También descubrió que con la ganadería y la agricultura ya no tendría que pasar horas o días buscando el alimento para cocinar. Poco a poco la comida deja de ser la preocupación principal del ser humano, dando paso a un desarrollo cerebral sin precedentes. Pero lo importante es que primero fue el tiempo disponible y luego fue la evolución. Sin tiempo disponible para crear e innovar, era imposible darse el espacio para pensar (literalmente) en complejas sociedades, grandes arquitecturas, maravillosas obras de arte y modernas tecnologías.
En la minería pasó exactamente lo mismo: el minero de antaño pasaba gran parte de su valioso tiempo en tareas repetitivas, largos traslados, solución de estancamientos por fallas humanas y protegiéndose de las adversidades vinculadas a la faena. Sin embargo, gracias a los flujos de trabajo mucho más provechosos y eficientes habilitados por los avances tecnológicos como la robótica, inteligencia artificial y todos aquellos que nos permiten automatizar o semi automatizar procesos. En el presente ya existen algunos centros integrados de operaciones, información canalizada de forma de poder teleoperar la faena en su totalidad y no tener que ir hasta “la punta del cerro” para echarla a andar. Además, gran parte de los procesos que antiguamente se desempeñaban a pulso, hoy han ido automatizados, disminuyendo el margen de error y el riesgo. Esto le deja tiempo al minero para supervisar lo esencial, trabajar de manera segura para pensar en tomar mejores decisiones y crear soluciones innovadoras.
El minero evolucionó, como el ser humano, a un rol mucho más racional y creativo, que se permite ver las crisis como oportunidades de aprendizaje y encontrar soluciones distintas a los problemas de siempre. Es un rol consciente, conectado con toda la empresa y el lugar en donde está inserto. Valora la cercanía con su equipo, abraza el cambio e incentiva a los suyos a salir de sus zonas de confort para aprender habilidades nuevas asociadas a la robótica y tecnología. El nuevo minero sabe que esto es el presente y la ruta a seguir para el futuro.
Comentarios